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juan felipe paredes



Mycelium Phone @ Juniin. Photos by Libbi Ponce

Mycelium Phone @ Sapien
English below
Esta exposición es un esfuerzo colaborativo, estructurado y creado a través de medios tecnológicos, que representa dos facetas: la dualidad que existe entre las conexiones formadas de maneras naturales y aquellas que nacieron sobre el internet y sus adaptaciones.

notas compartidas:
extractos de escrituras curatoriales de miriamne harlow y juan felipe paredes



La muestra y nuestra mera capacidad de trabajar con artistas y creativxs empezó acercándonos en plataformas de redes sociales, llamando a aerolíneas, entrando a salas de zoom y aferrándonos, entusiasmadxs, a la constante compañía que se ha convertido el acompañamiento de nuestros teléfonos.  La complejidad de todo se enraíza en la manera en la que el sentido comunitario fue impulsado a través de más de una faceta integral de las comunicaciones globales, tanto orgánicas como inorgánicas. Evolucionó a través de nuevas, desconocidas e inusuales experiencias. La sensación de la humedad ecuatoriana y la vista desde el balcón de Juniin, donde los murciélagos sobrevolaban el manto oscuro de la noche. Tragos entre risas compartidas con artistas que nunca pensé que necesitaría conocer y conectar.

Hospedar a RJ y Miriamne durante su estadía en el Ecuador desplegó un repertorio de ideas que no pudieron ver la luz del día hasta que empezamos a conversar. Se sentía como si un pigmento extremadamente cargado finalmente caía sobre la superficie adecuada, creando caminos que nunca imaginé existían. Creativa, afectiva y filosóficamente, se sentía como una sintonía distinta en los teléfonos. Como artistas en lo que la gente tiende a llamar esferas menores del arte, hemos visto cómo la experimentación es descrita laxamente como algo que solamente es permitido durante la juventud, en condición de emergentes o en la búsqueda por una orientación; de alguna manera, un espacio liminal. Al acercarme al ejercicio de la curaduría, noté que la experimentación se entiende como un pasaje, un estado intermediario en donde el flujo de transporte resulta en productos que enceguecen y objetos sin forma. Creo que es por esto que la idea de las fronteras nos da una ilusión de control sobre lo que tenemos, lo que somos y lo que se espera de nuestro trabajo; sin embargo, terminamos negando las posibilidades que provee el fracaso, las ruinas y los escombros.

Hubo muchos momentos durante mi experiencia en Ecuador en donde me sentía inorgánica: una consecuencia de la extensión global que no controlamos completamente. Momentos en donde pensaba entre mí, RJ y yo simplemente no deberíamos estar aquí, se siente como si fuésemos parte de un desequilibrio geográfico de alguna naturaleza. El internet y su inmediatez junto con nuestra capacidad de viajar a donde sea que queramos en el clima actual se siente innatural. Incluso estando rodeada de fascinantes plantas amazónicas, incluso cuando estaba en el tope de mi inspiración. En ocasiones sentía que simplemente me habían cortado y pegado en una nueva comunidad geográfica. Lo que entendía como conexiones naturales y normales serían solo una consecuencia de los sistemas de comunicación, usualmente separados del crecimiento de los micelios que conectan y permiten a secciones geográficas particulares de bosques comunicarse entre ellas. Creo que aquellos sentimientos se enraízan en un miedo a la tecnología, que evoluciona a velocidades inimaginables sin dejar espacio para la calma, únicamente ofreciendo medios de adaptabilidad.

Comúnmente, lo local (y lo sesgado que puede llegar a ser ese término) es un espacio en el que nos encontramos en una situación de comodidad, la idea de las condiciones adecuadas en las que el arte debe ser producido es un grupo de ideales de cómo nuestros espacios se deben ver, cómo deben funcionar y cuál es el propósito de nuestra labor. Algo en lo que la teoría crítica y los estudios comparativos son buenos es en permitirnos ver a nuestros espacios de trabajo como amplias mesas en donde juntamos varios sujetos del conocimiento para imaginar las posibilidades de sus coaliciones. Entiendo las relaciones humanas contemporáneas como una suerte de hyperconexiones que cargamos como herramientas o como bagajes. He visto que palabras como periferia, underground y términos relacionados al reino fungi han sido ligados a estas conexiones, pero siento que su propósito es hacerlas evidentes, algo que sabemos que existe y, por ende, que controlamos. Trae las fantasías a la realidad solamente nos aliena del cálido abrazo que es la fascinación (una fuerza creativa, al final del día)

Creo que de eso se trata esta exposición: adaptabilidad. Acercarnos a conexiones nuevas y desconocidas, confiando en las capacidades creativas de extrañxs fuera de nuestros círculos creativos. Al hacer esto, expandimos lo que significa ser parte de las comunidades artísticas, porque puede ser mucho más que simplemente los límites de una ciudad o las fronteras de un país, comúnmente utilizadas como etiquetas definitivas para grupos internos y externos. Puede significar adaptabilidad rápida, validación creativa acelerada y nuevas oportunidades para conversaciones expandidas sobre intereses comunes.

Me gusta pensar esta exposición, en ambas galerías, como un ejemplo físico de los míticos usos del internet. A pesar de que puede ser incómodo, o simplemente desconocido, también sirve como una desembocadura. Algo aparentemente innatural, utilizado para fomentar inherentes deseos orgánicos. Un desagüe cultivado, incluso si desconocemos la entereza de su potencial.


This show as a collaborative effort, structured and created through technological means, represents both facets, the duality, that exists between natural forming connections and ones based upon the internet and its adaptations.

shared notes:
extracts of curatorial writings by miriamne harlow and juan felipe paredes



This exhibition and our sheer capacity to work with artists and creatives started with reaching out on social media platforms, calling airlines, attending zoom calls, and grasping wholeheartedly onto the constant companion our phones have turned into. The complexity of it all stems from community being fostered through more than one integral facet of global communication. Both the inorganic and the organic. It evolved through new, unknown, and unfamiliar experiences. The sensation of Ecuadorian humidity and the sightline from the balcony of Junin, where bats soared in the dead of night. Laughing over drinks shared with beautiful artists I never knew I needed to meet and connect with.

Getting to host RJ and Miriamne on their stay in Ecuador opened a world of ideas that couldn’t see the light until we engaged in conversation. It felt as if a really strong pigment finally hit the appropriate surface, creating paths I didn’t even knew existed creatively, affectively, and philosophically, as if phones tuned in differently. As artists in what people seem to call minor art spheres, I’ve seen experimentation vaguely described as something only allowed to do while young, unrepresented or while looking for a path; so, in a way, some sort of a liminal space. I feel curating as we know it understands experimentation as passage, as an intermediary state where the flow of transportation results in blinding products and shapeless objects. The idea of borders gives us an illusion of control over what we have, where we are and what is expected from our work, but they deny the possibilities of what failure, ruins and debris provides.

There were so many moments throughout my experience of Ecuador where I felt inorganic, a consequence of a global expanse we aren’t in full control of. Moments where I thought to myself “RJ and I should simply not be here, it feels like we’re a part of a geographic imbalance of some sort” Like the internet and its immediacy along with our capacity to travel to wherever we so choose in this contemporary climate feels unnatural. Even when I was surrounded by the wonder of jungle plants, even when I was most inspired. I, at times, simply felt copied and pasted into a new geographic community. Making what felt like natural and normal human connections only a consequence of communication systems so far removed from the mycelium growths that connect and allow particular geographic sections of forests to speak to one another. I think those feelings stem from a fear of technology. It evolves so rapidly, leaving little room for comfort and only providing means of adaptability.

I think local (and how biased that term may be) is also a spot where we find ourselves in a comfortable space, the idea of adequate conditions in which art is meant to be produced creates ideals of how our spaces are meant to look, work and the purpose of our work. Something critical theory and comparative studies are good at is allowing ourselves to look at our workspaces as wide tables where we can bring multiple subjects together to imagine the possibilities in case these collided. Contemporary human relationships are these sorts of hyper-connections we all carry as tools or baggage. Words like periphery, underground and fungi related terms have been coined to these connections in order to make them evident, something we know exists. I believe making fantasies come to reality only alienates us from the warm hug that is wonder, a creative force, at the end of the day.  

I think that’s what this show is all about; Adaptability. Leaning into new and unknown connections while trusting the creative capabilities of strangers outside our own creative circles. In doing so, we expand what it means to be a part of artistic communities as it can be so much more than simply the city lines or country borders we are accustomed to using as definitive markers for in and out groups. It can mean rapid adaptability, rapid creative validation, and new opportunity for expanded conversations on shared interests. 

The works really do speak by themselves. When thinking about this work exchange, I think of how, despite being thousands of miles apart, both Sapien and Juniin share motivations based on critical thought behind the art sphere and gallery networks in the continent. I think the final works that are shown from this experiment shows how minor art scenes create deep, critical, and aesthetically impactful pieces as a result of work bred in extremely fertile land, one that can transform, utilize, fail and destroy whatever is at its reach, because it has the drive. I believe moldy fruit has the most fascinating textures, colors and smells if given the chance to prove they’re pleasant.

I’d like to think this show, in both galleries, is a physical example of the internet’s myriad of uses. Although it can be uncomfortable, simply an unknown, it can also be an outlet. Something seemingly so unnatural used to foster inherent, organic desires. An outlet cultivated even if we don’t know the entirety of its potential.